Entrevista a Raúl Ricardo Alfonsín | |
Autor: Felipe Pigna | |
¿Por qué cree que tanta gente apoyó la dictadura e inclusive acuñó frases como "algo habrán hecho"?
El miedo la posibilidad de actitudes altruistas porque cada uno estaba encapsulado en su propia privacidad y sentía lo exterior como riesgoso, la psicología socialera un “sálvese quien pueda”.
En lo personal, ¿cómo lo vivió?
Se complicaba para actuar con fuerza para los derechos humanos. Por ejemplo: en la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos nos reuníamos en algunos templos y la policía sabía, por consecuente no había tranquilidad para estas.
¿No cree que los partidos políticos mayoritarios antes y durante la dictadura no estuvieron a la altura de las circunstancias?
La Argentina llego a un momento en el que hubo 10.000 desaparecidos (comprobados posteriormente por la CONADEP) con una parte de la guerrilla y la subversión. Con una doctrina fascista de izquierda (que nos afectaba, no se tenia en cuenta la democracia). Esta situación se había llegado, con fanatismos y con gente que condujo, por reacción contra todo lo que había venido pasando con anterioridad, a la juventud argentina hacía un verdadero holocausto.
¿Qué actitud asumió frente al episodio Malvinas?
Se manifiesta una gran explosión popular, una alegría súbita y pasajera, momentánea.
Hubo muchos, pero estaban en la política, yo era el único que adelanto el desastre que se produjo.
¿Con qué país se encontró cuando asumió el gobierno en diciembre de 1983?
Uno especial, hubo un alto crecimiento de la deuda externa, y nos tocaba administrar el país con esta crisis de la deuda externa (que nadie asumió). En mi gobierno, las malas situaciones eran atribuidas a errores y hasta perversidades del gobierno. Estábamos en cesación de pagos (económicamente), no había crédito para el sector público ni para el privado.
Ustedes sabían que el contexto internacional no ayudaba demasiado, Thatcher, Reagan, el neoliberalismo a pleno y los llamados "organismos multilaterales de crédito" que actuaban como agentes de esas ideas…
Teníamos que luchar contra nuevas doctrinas (socio-económicas): el neoconservadurismo, que potenciaba el mercado, que pretendía un estado mínimo, consideraba innecesario la defensa a sectores bajos. En este marco neoconservador o neoliberal, vulnerable por las deudas, y se tubo que recurrir al crédito internacional, (Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial), establecían condiciones neoconservadoras, el estado desertor.
¿En qué quedó la promesa de campaña “con la democracia se come, se cura, se educa”? ¿No fue un error atribuirle al sistema democrático cualidades de una especie de panacea prescindiendo de los condicionamientos de esos factores de poder a los que usted aludía recién?
Nosotros queríamos un estado de bienestar “con la democracia se come, con la democracia se educa, con la democracia se cura” y se puso en marcha el Plan Alimentario Nacional (PAN) y al tener poco gasto de administración, fue felicitados por organismos internacionales. “Con la democracia se educa” Se puso en marcha el Plan de Alfabetización (ABC), que daba útiles escolares a millones de niños pobres. Terminamos con las políticas de esta concepción fundamental y básica del estado de bienestar(con las limitaciones extraordinarias para el ingreso a facultades).
¿Qué pasó con la famosa frase de Alem “Que se rompa pero que no se doble”?
Llegue a la conclusión de que el camino rápido tiene curvas.
¿Cuál fue el criterio para procesar a las cúpulas militares y guerrilleras?
Las tres formas de atender el problema de los derechos humanos seria: una es la amnistía y el olvido, pretender procesar a todos los que puedan parecer imputables, y buscar conductas paradigmáticas para demostrar que no hay impunidad. Por eso, cuando procurábamos la detención y procesamiento de la subversión, también lo hicimos con las Juntas Militares.
¿Qué urgencia política lo llevó a enviar al parlamento la Ley de Punto Final?
Las tensiones militares subían extraordinariamente, porque no se hacían marchar los expedientes . En consecuencia, yo advertí la necesidad de movilizar a los jueces y establecer un punto, que fue la llamada “Ley de Punto Final”, después, quienes no hubieran sido procesados, debían quedar afuera. Se comenta como si hubiese sido desastre, pero, se aumentó el número de los procesados (todos los jueces procesaron a todos los que tenían imputados). Se aceleró el proceso, movilizó las instancias. No hubo absolutamente ningún perjuicio desde el punto de vista de los derechos humanos. Las cosas seguían marchando.
Pero la multiplicación de los juicios aumentó el malestar militar y llevó a la sanción de la Ley de Obediencia Debida, que implicó la libertad para centenares de represores y torturadores…
Se llego a tal punto, que los juicios llegaban también a los sectores bajos, pero esto se torno grave. Me había obligado a volver a lo inicial de la ley que establecía la presunción de que quienes hubieran actuado cumpliendo órdenes estaban equivocados. Había un error acerca de la legitimidad de la orden impartida. Se hubieran llevado a la Corte todos los juicios y la Corte hubiera tenido que operarla, porque era la ley más benigna al momento de la comisión del delito y éste es un axioma del derecho penal. La Corte habría tenido que referirse a este tema y juzgar.
¿Por qué no se respetaron los tiempos procesales legales?
Esto tardaría mucho y no estaba bien la situación económico-social (perdíamos legitimidad de este). Volví a la idea original. Esto que se llamó Ley de Obediencia Debida estaba en el Código de Justicia Militar.En el año 1925, se sanciona el Código de Justicia Militar, el entonces diputado Alfredo Palacios ya había dicho que una obediencia de este tipo era incompatible con la democracia.
De modo que usted admite que es un concepto absolutamente cuestionable…
Sí, pero tuve que llegar a esta solución a los efectos de que tuviéramos la certeza de que gozábamos de los derechos humanos para adelante. Hoy pienso a veces que he arriesgado demasiado, no se conocen antecedentes en el mundo; no sólo las juntas habían quedado detenidas y condenadas, sino también otros militares importantes que habían tenido un accionar manifiesto en todos esos episodios atentatorios de los derechos humanos.
¿Qué conversó con Rico en la Escuela de Infantería aquel domingo de las Felices Pascuas?
Cuando llegué a la Escuela vi a un joven que estaba nervioso y sensible. Me pareció sincero. Venía de las Malvinas; estaba muy emocionado. Tanto Rico como este muchacho me decían que no realizaban una acción contra el Gobierno, sino contra su Jefe.
Se suponía que el Jefe era usted.
Claro, yo era el jefe, sin dudas. Era Comandante en Jefe, como lo establece la Constitución. En Semana Santa logramos encontrar soluciones sin derramamiento de sangre. Son mentiras que hice ningún tipo de negociación. No hubo ningún tipo de negociación. Se llegó a imputar que no había cumplido con la negociación. Creo que hoy se acepta que no hubo tal negociación... Y bueno, pusimos a disposición de la justicia militar a todos los que habían actuado, y así se actuó.
¿Por qué fracasó el Plan Austral?
Nosotros teníamos que vencer todas las dificultades. Teníamos que terminar en lo posible con la inflación y, al mismo tiempo, no cumplir con lo que nos pedía el FMI, que era un déficit que llegaba a tal punto del presupuesto que hubiera significado, bueno, todo lo que vino en gran parte después, una enorme desocupación. Entonces, hicimos una experiencia propia muy secreta. Es increíble haberlo tenido tan en secreto.
Hasta que Ámbito Financiero lo publicó en tapa un día antes.
Es cierto. Hubo alguna filtración. Trabajó bastante gente dirigida por Juan Sourrouille y dio resultado en su primer tiempo, pero de entrada nomás se reunieron para ver como podían combatirlo. En un principio los resultados del Plan Austral fueron extraordinarios, pero al mes de ponerlo en marcha, los sectores sindicales se montaron en una real legítima defensa de los derechos de los trabajadores y, en el marco de una crisis, no podíamos satisfacer nosotros todas las demandas. Esa era nuestra preocupación. Trajo cierta frustración en la Argentina.
¿Quiénes se unieron para combatirlo?
Bueno, se reunieron representantes de una oposición que entonces teníamos muy sistemática, muy dura.
¿Puede definir claramente a aquella oposición?
No. Creo que hay que hacer excepciones, no incluir a todos, digamos. No sé. Puede haber alguno que me diga “no, no es cierto”. Lo que pienso es que salvo a nosotros, que estábamos muy contentos, a nadie le gustó mucho el Plan Austral. Debía haber motivaciones políticas. Desgraciadamente en nuestro sistema, durante mucho tiempo, se ha supuesto que para que la oposición llegue al poder el gobierno tiene que fracasar. Esto es un desastre porque el que fracasa es el pueblo, es la Argentina, es la Nación.
La gente recordaba los slogans de campaña y quería comer, educarse y curarse…
La gente pensó que lograda la libertad, iba a encontrar solución para todos sus problemas y la crisis dijo que no. Sufrimos hasta 14 huelgas generales y miles de huelgas particulares, con una prédica de la izquierda tremendamente dura -todo lo blanda que había sido contra la dictadura-, y con una prédica de la derecha también tremendamente dura. Es lo que le pasa, por lo general, a los gobiernos que aspiran a reformas sociales y a soluciones de tipo social, a la democracia con contenido social. En el marco del liberalismo político recibimos la andanada de los dos lados.
¿Por qué, tras los éxitos iniciales que provocaron cierta sensación de estabilidad, volvió la inflación hasta transformarse en hiper?
En ese momento se vivió la caída de los precios internacionales de los productos agropecuarios. Fue una caída estrepitosa que nos obligó a poner impuestos. Poco a poco, tuvimos que emitir, porque habíamos quedado desfinanciados por la caída de los precios. Todo esto se daba mientras la situación político-institucional generaba ciertas incertidumbres que conspiraban contra la economía. Desde la Semana Santa tuvimos varios problemas militares, después tuvimos el de la Tablada ya en enero del ‘89 que fue una cosa totalmente inusitada, que fue un golpe de gracia también a la economía.
¿Por qué el establishment les dio la espalda y se decidió por Menem?
Yo creo que los gobiernos tienen necesariamente que sufrir el lobby de todos los sectores. Es una forma democrática de hacer conocer sus derechos, sus pretendidos derechos. De modo que yo recibía a todo el mundo. A pesar de las huelgas generales nunca quebré el diálogo con la CGT. Y tampoco con los sectores económicos, aunque discutíamos siempre. Cuando la gente de la economía advirtió que las encuestas daban triunfante al Dr. Menem, quisieron saber qué era lo que proponía el candidato del Partido Justicialista y, ¿qué proponía? Una revolución industrial con salariazo, con disminución de impuestos y no aumentos de tarifas. Evidentemente todos salieron corriendo hacia el dólar. Incluso pienso que si algún gerente de finanzas de alguna empresa no aconsejaba el cambio hacia el dólar podía ser despedido. Los bancos aconsejaban irse al dólar. Fue un problema muy agudo. Nosotros tuvimos que cambiar la política. Así llegamos a las elecciones y, a pesar de todo, con tantos elementos en contra, hicimos muy buena elección. Tuvimos una oposición permanente muy sistemática, casi una oposición desleal, porque si bien defendió el sistema en su momento, procuraba el fracaso de gobierno.
¿Quiénes fueron los responsables de la hiperinflación?
Yo era el presidente, así que yo soy el primero. Ideológicamente, le contesto: el neoliberalismo, el neoconservadurismo. La hiperinflación fue el resultado de varias cosas. Creo que ya todo el mundo estaba contra nosotros. El FMI estaba muy fastidiado porque el Banco Mundial nos había dado un crédito sin la luz verde del Fondo.
Sin embargo, en aquel momento usted acusó a la izquierda. Recuerdo las detenciones de los dirigentes del P.O…. Ningún neoliberal fue a la cárcel en aquellos días del ’89.
Yo creo que también lo señalaba con mucha claridad, me refiero lo que fue la Sociedad Rural Argentina. No, no… Yo tenía que pelear a dos puntas.
¿Es cierto que los grandes grupos no pagaron impuestos a partir de diciembre del ’88?
Hubo grupos exportadores que se sentaron sobre las divisas; otros se sentaron sobre sus bienes: no vendieron sus cosechas, sus haciendas, por ejemplo. A pesar de que luchamos durante todo nuestro tiempo contra la receta del FMI, finalmente terminaron ganándonos la carrera a través de la inflación.
¿Cómo influyeron los dichos de Domingo Cavallo y Guido Di Tella en su caída?
Se producen las elecciones y las cosas se agravaron porque el entonces diputado Cavallo había hablado con los bancos internacionales para que se nos exigiera el pago de la deuda, conspirando contra el país; y luego Guido Di Tella había dicho que el dólar no tenía que estar alto, sino recontra alto; entonces nos comenzaban a pedir la entrega inmediata del poder. Todos los partidos que habían integrado el FREJUPO, desde luego el Partido Justicialista, la CGT, también, pedían que le entregáramos el poder.
¿Cómo se produce su renuncia?
Yo me di cuenta de que por una razón de orgullo personal podíamos poner en riesgo todo lo que habíamos logrado en el campo democrático. Había que producir una anticipación de la entrega. El error fue hacer las elecciones con tanta anticipación.
Por otra parte, no fue una cuestión arbitraria. Yo consulté con los dos jefes de los partidos más importantes de aquel entonces, que eran Cafiero y Alsogaray, y estuvimos de acuerdo en que las elecciones se hicieran en ese momento, porque la campaña se hacía en una época aceptable para hacer actos públicos en la calle (febrero, marzo, abril). Además, suponía que en la economía las cosas se podían poner duras.
El peronismo se negó a cogobernar…
Yo quise buscar una solución con el peronismo, quise que desarrolláramos en común un pequeño plan que nos permitiera llegar con tranquilidad hasta el 10 de diciembre. Se negaron absolutamente. No quisieron nada. Entonces comprendí que yo ya había logrado el objetivo más importante que me había fijado, que era entregar el gobierno a otro ciudadano elegido por el pueblo. Por eso entregamos el gobierno con anticipación. Por eso me molesta muchísimo que se diga que huimos, porque habíamos pedido de todas las maneras posibles un acuerdo al que se negaron.
¿Cómo fue la negociación en cuanto al desguace del Estado, cuando el Radicalismo da, de alguna manera, su aprobación a las leyes de Reforma del Estado?
El radicalismo no da una aprobación. Simplemente acepta la posición del gobierno que viene, como se acepta una ley de Ministerio. Es normal que se deje jugar en el primer mes, con las ideas que tiene.
¿Aunque vayan en contra de los intereses nacionales y los principios del estado benefactor que usted decía defender?
No fue tan así. De entrada no se plantearon todas las reformas.
Bueno, ustedes aceptaron lo conceptual, la supuesta necesidad de la reforma del estado propiciada por los sectores más conservadores de la sociedad…
Nosotros no podíamos ponerle palos en la rueda al nuevo gobierno elegido por el pueblo.
¿Qué hicieron sus colegas de la Internacional Socialista para ayudarlo en los momentos más graves?
La gente de la Internacional Socialista nos acompañaba mucho individualmente. Por ejemplo, en España, Francia, Italia nos daban créditos blandos, que facilitaban el accionar del gobierno, pero cuando se juntaban en comunidad, allí se acababa todo. Entonces teníamos los problemas permanentes de colocación de nuestros productos. En una oportunidad, cuando vino François Mitterrand acá, yo le dije: “Sr. Presidente: no puede ser lo que está ocurriendo con respecto a los subsidios que usted les da a los sectores agrarios. Está bien que subsidie a la producción, pero esto no sólo nos desplaza del mercado francés, sino de ser un mercado”. Y él me dijo muy sinceramente: “tiene razón, pero si yo no hago esto, pierdo la paz social en Francia, porque en Francia hay muchos minifundios, y no tengo lugar ni empleo para toda la gente que se iría del campo a la ciudad”. Así que también hay problemas entre los que pensamos parecido.
Nació en Chascomús el 2 de noviembre de 1951,
siendo el tercero de los seis hijos de Raúl Ricardo Alfonsín y María Lorenza
Barreneche. Se recibió de maestro en la Escuela Normal de Chascomús,
y de abogado en la Universidad de
Buenos Aires.1
Durante la dictadura
militar (1976 - 1983) cumplió su cargo de profesor de Educación
Cívica en colegios secundarios, y fue también vendedor de mechas para tornos
industriales.1
Está casado con Cecilia Plorutti, con quien tuvo
cuatro hijos: Lucía, Marcos, Ricardo y Amparo. Esta última falleció en un
accidente en el año 2004, lo que alejó a Ricardo Alfonsín un tiempo de la vida
política.1
Actividad política
Su ingreso a la política fue tardío; en 1993
obtiene su primer cargo partidario, como Convencional Nacional de la UCR.1
En 1999 fue electo diputado de la provincia de Buenos Aires,
cargo que ocupó hasta el 2003. Luego de finalizado su período como diputado,
volvió al trabajo en el estudio de abogados y ocupó la Secretaría de Relaciones
Internacionales de la Unión Cívica Radical.
En 2007 se presentó a candidato a gobernador de la mencionada provincia,
compartiendo fórmula con Luis Brandoni, obteniendo el cuarto lugar con
el 5,06% de los votos.
La muerte de su padre en 2009 significó
un importantísimo espaldarazo para su imagen pública y su carrera, al punto de
que pasó de ser relativamente desconocido por la enorme mayoría de la población
a ser referente del radicalismo en pocos meses.3
Para las elecciones
legislativas de 2009 fue segundo candidato a diputado nacional
por la Provincia de
Buenos Aires, en la lista del Acuerdo Cívico y
Social que encabezaba Margarita Stolbizer,4 obteniendo el 21,48% de los votos5 y logrando así su banca en el
Congreso.6 Asumió el 10 de diciembre de
2009. Fue elegido por sus compañeros de bancada y después por el resto de sus
pares, como vicepresidente primero de la Cámara de Diputados de la Nación.
El 6 de junio de 2010, se celebró la interna de la Unión Cívica Radical de
la Provincia de Buenos Aires para elegir las autoridades partidarias. En ella,
Ricardo Alfonsín, candidato a primer convencional al Comité Nacional, secundado
por Juan Manuel Casella ganó
con su lista 27 superando a la lista 15 avalada por el vicepresidente de la
Nación Julio Cobos, por Leopoldo Moreau, y por Federico Storani. Para presidente del Comité
de la Provincia de Buenos Aires, es electo Miguel
Bazze, por la lista 27 de Alfonsín.
En agosto de 2010 lanzó una nueva agrupación
interna de la Unión Cívica Radical, el MO.RE.NA, Movimiento de Renovación
Nacional. En octubre de 2010 tras una reunión con Hermes Binner declaró que el socialismo
es un partido con el que comparte 99,9% de la doctrina.7
El 3 de diciembre del 2010 lanzó su candidatura a
la Presidencia de la Nación Argentina por la UCR, en un acto celebrado en la
ciudad de Buenos Aires ante alrededor de 30.000 personas presentes.
En junio de 2011, Ricardo Alfonsín anunció que su
compañero de fórmula para las elecciones presidenciales de octubre sería el
reconocido economista de orientación keynesiana Javier González Fraga,
y su candidato a gobernador de la Provincia de
Buenos Aires el dirigente justicialistaopositor Francisco De Narváez,
quien derrotara al kirchnerismo en las elecciones legislativas de 2009. Esta
decisión resultó un viraje en su en la campaña electoral, ya que originalmente
había negado que De Narváez fuera a formar parte de un frente amplio. Parte del
radicalismo criticó que buscara esta alianza, conociendo el origen de De
Narváez, y que Alfonsín sostuviera además que "el radicalismo es más
progresista que el peronismo".9 10
El 14 de agosto de 2011 se
llevaron a cabo las elecciones primarias, en las cuales Alfonsín terminó en
segundo lugar, con el 12,20% de los sufragios emitidos.
Las elecciones presidenciales del 23 de octubre de 2011 dejaron
a Alfonsín en el tercer puesto, detrás de santafesino Hermes Binner, del FAP,
con el 11,14% de los votos.
|
lunes, 29 de octubre de 2012
Entrevista a Raúl Ricardo Alfonsín
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario